"Yo era un simple muchacho de pueblo cuando murió mi padre, entonces fue cuando decidí viajar a la gran ciudad a ganarme la vida. Desde que recuerdo siempre quise ser un detective privado, por eso cuando el señor Newman me el caso "imbéciles" no me lo pensé un momento y acepté el encargo. El trabajo era fácil seguir a un pequeño grupo de retrasados desde un pequeño pueblo de Guadalajara hasta Madrid City y volver con la suficiente información como para tacharlos de subnormales profundos el resto de la vida, pero lo que no sabía es que aquella panda de infraseres cambiaría mi vida por completo.
Me atavié con una camiseta negra de los Who, unos pantalones vaqueros lavados a la piedra, me cardé el pelo y comencé a seguir discretamente al primero de ellos, un chico de unos 20 años, de posible ascendencia gitana, nombre en clave "Orejones". Pretendía reunirse con otro sujeto de pelo enmarañado y aspecto amenazador, su nombre en clave era "Wering". Cuando a lo lejos el primero de ellos empezó a gritar a éste último me di la vuelta para no levantar sospechas, pues antes de acabar de gritar esas incomprensibles cosas sobre un grupo de música giró bruscamente y sin motivo aparente echó a correr dirección a su casa de nuevo (más tarde descubriría que pretendía i a un concierto sin entrada). En el autobús ya estaban dos individuos corpulentos, todos vestidos de negro. Uno de ellos calvo con barba de tres días, los otros imbéciles le llamaban "Pucho", el segundo tenía el pelo lacio y negro, lucía una sudadera negra y se hacía llamar "Cartman". Ya en la estación de Guadalajara pretendían reunirse con un quinto de nombre en clave "Bisbal" pero el retrasado se durmió y fue solo horas más tarde. Después de discutir al lado de la ventanilla de billetes de autobús uno de ellos insistió en que lo más sensato (buena palabra tratándose de semejante tropa) era coger el autobús hasta Madrid City pues aseguraba la falta de atasco y congestión del tráfico (lo que luego se demostró desafortunadamente incorrecto), aseguró también que la venta de billetes se hacía en la mismo autobús, erró de nuevo, así que habiendo esperado la enorme cola, en el momento de pasar al autobús los imbéciles tuvieron que correr a la ventanilla para sacar sus billetes; yo desde mi asiento trasero los veía, a mi ojos solo eran un pequeño puñado de hormigas o insectos sin fin ni meta, corriendo sin sentido y con la sensación de todo lo que pasaba a su alrededor les era ajeno, no podía sino sonreír y tomar apuntes en mi vieja libreta.
Ya en Madrid City y después de tomar el metro, los imbéciles llegaron al Palacio de los Deportes, donde les esperaban unos individuos que no constaban en el dosier del jefe, no les presté mucha atención pues no parecían de la misma especie que los sujetos con los que tratábamos. Eran las 10 de la mañana y empezó una enferma trashumancia hacia los establecimientos de la zona en busca de cerveza que duró hasta las 7 de la tarde del mismo día. El tiempo de espera no tuvo muchos altercados destacando la marcha de algunos de ellos al baño de un Corte Inglés cercano y la estupefacta mirada de ellos cuando vieron que su pronto despertar de poco sirvió, pues al poco rato vinieron unos operarios con la misión de colocar unas vallas para la canalización de estos seres al interior del recinto, perdiendo su posición inicial. No pude pasar al interior del recinto, así que perdí el contacto visual al menos durante más de tres horas. Cuando salieron del edificio conseguí localizarles entre la oleada de amantes del metal y comencé a seguirlos de nuevo. No sé lo que ocurrió allí dentro pero si bien deplorable era su estado al entrar terriblemente lamentable era al salir, pelos empapados en sudor, torpe caminar, voces afónicas casi por completo, etc. Después de beber agua en una fuente cercana y esperar al último de ellos, se dirigieron, con desatinado paso y molestando a los transeúntes que transitaban la vía, a un restaurante de comida rápida, desde detrás de un coche les observaba y por Dios que no tardaron más de dos minutos, la cola llegaba hasta la puerta y salieron sin comida, por lo que deduzco no comieron, ¿tan grande es la imbecilidad de éstos seres que viendo que en un restaurante había mucha cola, desistieron de la idea de cenar? Con esta pregunta en la mente y comiendo mi propio bocadillo decidí seguirles de nuevo a la entrada de un metro cercano. Eran poco más de las 12'45 p.m. y se escuchó una voz de uno de ellos que rezó: -Vamos a la casa de mi abuela, aunque no tengo llaves del portal llamo a un vecino para que nos abra-. Era el llamado "Pucho" y los demás lo siguieron hasta la susodicha vivienda. Me escondí tras una esquina, en este momento estuve torpe pues me vieron, pero creo que con el éxtasis del concierto, las cervezas y el odio que comenzaron a procesar al individuo poseedor de la vivienda, me confundieron con una vecina del inmueble. Este odio se debió en gran medida a que este "Pucho", al ver que el portal estaba cerrado decidió faltar a su promesa y abandonar el plan de llamar al vecino y por tanto de dormir calientes esa noche.
Gastando sus últimos minutos de metro (pues eran la 1'10 a.m.) decidieron desesperadamente dirigirse a la estación de Atocha para lo que ellos esperaban fuera una cálida noche en un banco de la estación; sentado en el ultimo vagón del tren no podía dejar de esbozar una pícara sonrisa al saber que las palabras de aquel de nombre en clave "Wering" referentes a la apertura de la estación estaban, de nuevo, equivocadas, y que no les esperaba otra cosa que frío y duro asfalto. Como no podían llegar hasta la estación debido a la mala jugada de "Pucho" tuvieron a bien bajarse en una estación que ellos creían cercana y retomar su camino a pie hasta la vieja estación.
Tardaron algo más de una hora en llegar, parando a comprar comida, bebida y por la acción directa de la autoridad competente, que -al igual que yo- estuvo siguiéndoles en un coche patrulla, hasta que por fin se decidieron a bajar y pedirles la documentación, no en vano, tenían apariencia de delincuentes y maleantes marginales. Sin más intervención policial directa llegaron con paso tranquilo y dando múltiples rodeos a la estación. Allí descubrí varias cosas. La primera de ellas que los imbéciles tenían que esperar hasta las 5'30 de la mañana para coger el primer tren de vuelta (recordemos que apenas eran las 3'00). La segunda es el terrible apetito de estos, ya que a lo largo de las dos horas de gélida espera hicieron algo más de 6 viajes escalonados a un puesto de churros cercano.
Al fin consiguieron llegar a Guadalajara. Al llegar a la estación se tiraron en un banco de ésta y empezaron a desvariar y a decir inconcluencias que no lograba descifrar. Realmente la noche fue dura. Su matutino desayuno tuvo lugar en una tienda de bollos y frutos secos de la estación de Guadalajara, éste consistió en una bolsa de Risquetos, una bolsa de Risquetos con kétchup y un huevo Kinder, este último terminó con el dinero de "Pucho" por lo que los otros imbéciles tuvieron que (no sin varios insultos y faltas de respeto) prestarle parte de su dinero para completar el trayecto en autobús hasta Cabanillas del Campo, lugar del que partieron hacía ya casi 24h.
Volví a mi despacho, me encendí un pillo y me puse una copa de whisky, comencé a redactar este informe y me marché a casa. Espero que este informe sirva para conocer mejor a estos extraños seres que infestan y pudren nuestra sociedad desde su mismo núcleo."
Sodomy For Us All !!